"Con eso basta. Estamos mirando la misma luna del mismo mundo. Estamos ligados a la realidad por la misma línea. Seguro. Sólo tengo que ir tirando de ella en silencio."

(Sputnik, mi amor - Haruki Murakami)


domingo, 14 de febrero de 2010

El lamento del perezoso y Firmin


No me gusta hablar mal de un libro cuando no me ha gustado especialmente, porque cada persona es diferente, y que a mí no me haya gustado no significa que no sea un buen libro. Pero “El lamento del perezoso”, sinceramente, no me ha hecho mucha gracia. Tal vez me entró la prisa porque en un principio ya no me satisfizo, y por el afán de terminarlo cuanto antes, no lo haya apreciado como se merece. Pero esa es la sensación que me ha dejado, la de la prisa, cuando un libro, para mí, tiene que transmitirte ese placer tranquilo de disfrutarlo aunque tus dedos pasen sin descanso una página tras otra.

Por otro lado, me parece muy original la manera en la que está escrito. Un conjunto de todo lo que Andrew Whittaker, su protagonista, escribe, ya sean relatos sin futuro alguno, cartas de rechazo a otros escritores (es director de una revista literaria), cartas a su ex-mujer, ¡hasta listas de la compra!; mientras su vida se va derrumbando caóticamente sin que pueda o quiera evitarlo. Y también es cierto que este gandul, de vez en cuando, te saca una media sonrisa por lo irónico que resulta en su visión de la realidad y particular desmoronamiento.

Supongo que tenía muchas expectativas puestas en este autor después de haber leído “Firmin”, y que por eso, me haya decepcionado un poco. Aunque si hay un tercer libro seguro que le daré una oportunidad.


Y es que “Firmin” me encantó. Una fábula preciosa sobre un ratoncito muy humano que empieza por comerse literalmente los libros y termina devorándolos figuradamente. Al parecer desde una pequeña editorial estadounidense, mediante el boca a boca, llegó al resto del mundo con un éxito abrumador, y no me extraña. Hace tiempo que leí este libro, y ya no recuerdo bien los detalles, pero sí la sensación que me dejó. Esa sensación. Sin duda merece la pena leerlo y está en la lista de aquellos libros, que, si me piden recomendación, sin duda, me vendrá a la mente.


Mi devoración, al principio, era tosca, orgiástica, descentrada, cochina –me daba igual emprenderla a mordiscos con Faulkner que con Flaubert-, pero pronto empecé a percibir sutiles diferencias. Me di cuenta, al principio, de que cada libro poseía un sabor distinto –dulce, amargo, agrio, agridulce, rancio, salado, ácido-, y según fue pasando el tiempo y mis sentidos ganaban en agudeza, llegué a captar el sabor de cada página, de cada frase, y, finalmente, de cada palabra

0 comentarios: