"Con eso basta. Estamos mirando la misma luna del mismo mundo. Estamos ligados a la realidad por la misma línea. Seguro. Sólo tengo que ir tirando de ella en silencio."

(Sputnik, mi amor - Haruki Murakami)


lunes, 15 de marzo de 2010

La isla bajo el mar


“-Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre… mientras baila-, me decía. Yo he bailado siempre.”

Como cada 8 de enero Isabel Allende comenzó a escribir un nuevo libro. Esta vez el que terminaría llamándose “La isla bajo el mar”. Como con cada nuevo libro Isabel Allende llega a los puestos más altos en las listas de ventas. Muchos críticos la tachan de escritora comercial y para mujeres. Otros ni la consideran escritora. Habría que hacer una encuesta a los lectores, que somos quienes leemos de quienes escriben, y por lo tanto de escritores y escritoras. Para mí, Isabel Allende es, desde luego, una escritora. Una buena escritora de hecho. De mis favoritas. Y con cada nuevo libro, la disfruto en cada página. Siempre escribiendo de mujeres fuertes. Quizás por ello digan que escribe para mujeres. Al parecer, los hombres no pueden, o al menos no les debe de gustar, leer los libros cuyo personaje principal sea una mujer, y más tratándose de una mujer que supera cada piedra impuesta en su camino. Sin duda ella misma es una mujer fuerte. Seguro. Un buen ejemplo. Que hace oídos sordos a las críticas y sigue haciéndonos disfrutar tanto a hombres como mujeres de sus páginas, haciéndonos superar barreras imposibles junto con sus protagonistas.

Realismo mágico. Ahí es donde se encuadran una gran parte de sus novelas. Desde “La casa de los espíritus” hasta este nuevo libro, donde se mezcla la realidad con elementos mágicos, donde la intuición y el mundo de los sueños cobran sentido en la vida de sus personajes.

La isla bajo el mar. En este caso, la esclavitud. En esta ocasión, Zarité. Una esclava en Haití. Una mujer que vive, que intenta vivir, sobrevivir, a la sombra de su amo. Que no deja de ser una de sus pertenencias. Un simple objeto, que coge cuando quiere, que trata según su humor le venga en gana. Y es que aquellas personas negras o mulatas, según los blancos, no sufrían, se les podía separar de sus hijos, de sus padres; tenían más fuerza y aguante que los blancos, siendo capaces de aguantar el látigo y lo que fuera; y había que tratarlos así, porque no eran más que animales. No eran seres humanos. La propia Isabel se puso enferma mientras escribía el libro por lo dura que resultó la experiencia de documentarse al conocer tan a fondo el trato que recibían las personas que cometieron el grave error de nacer con la piel más oscura.

En una entrevista Isabel contestó así a la pregunta de cómo se le ocurrió escribir este libro: "En 2005, en mi tercera visita a Nueva Orleans, me enamoré de la ciudad y descubrí que su carácter se lo dio una ola de refugiados que llegaron durante el siglo XVIII: colonos franceses que escaparon de la actual Haití cuando triunfó la rebelión de los esclavos. Llegaron a miles, con sus familias blancas, sus concubinas negras y sus hijos mulatos. La esclavitud no es un tema pasado de moda. Hoy en día hay más esclavos que nunca: 27 millones de personas."

La esclavitud no está tan lejana a nuestro días como nos pueda parecer, como si en aquellas rebeliones de esclavos ya se hubiese conseguido todo. Quizás ya no tenga que ver con el color de la piel, pero nada más lejos de la realidad es pensar que aquello terminó, ahora que una persona de color ha llegado ya a ser presidente del país más poderoso. Siguen existiendo países en los que la esclavitud es legal y lo que actualmente se llama trata de personas no deja de ser otra forma de esclavitud.

Mi palabra favorita en el mundo es libertad. Y sin duda, tras leer este libro, coge aún más valor si cabe en mí esta palabra. Como aquella frase que no sé quién escribió, pero que me gusta y viene a colación entre estas letras y que aquí hago mía, aquella frase que dice que “La libertad de un individuo acaba donde empieza la de los demás”. Sí, sin duda alguna, me gusta esta frase.

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