"Con eso basta. Estamos mirando la misma luna del mismo mundo. Estamos ligados a la realidad por la misma línea. Seguro. Sólo tengo que ir tirando de ella en silencio."

(Sputnik, mi amor - Haruki Murakami)


lunes, 26 de abril de 2010

Los hijos de la libertad


Desde que leí Ojalá fuera cierto hace muchos años (mucho antes de que saliera la peli) que cayó en mis manos por casualidad, como podía haber caído cualquier otro, rebuscando en una librería sin un objetivo fijo, empezó mi historia con Marc Levy. Oye que me pareció original aquello de que chico conoce chica, y chica resulta ser un fantasma. Y no me equivoqué. Como digo, empezó mi historia con su autor. He intentado ir leyendo todos sus libros, y acabo de terminar éste, que me había dejado por el camino, y ya sólo me falta por leer otro que tengo encargado desde hace meses porque no lo encuentro por ningún lado y que parece ser que allí tampoco va a ser (La mirada de una mujer).

Mi historia con Marc. ¿Por qué me gusta tanto? Siempre o casi siempre (este último libro ha sido la gran excepción) reside entre sus páginas algún elemento mágico pero totalmente creíble y real mientras él te lo cuenta. La chica fantasma en Ojalá fuera cierto, Dios y el diablo peleándose en Siete días para una eternidad, viajes en el tiempo en La próxima vez. Para alguien que no cree en nada o casi nada en ese aspecto, resulta, como diría, evasivo, liberador tal vez, dejarse llevar por un rato. Realismo mágico una vez más. Como con Isabel Allende o García Márquez.

Sin embargo esta vez es todo lo contrario. En esta ocasión afronta la más dura realidad del hombre, su pérdida de libertad, y la trata con un realismo que hasta llega a doler. Una batalla por la libertad de la Resistencia en la era nazi, donde muchos hombres y mujeres perdieron la dignidad y lucharon por su libertad. Creo que ya he dicho antes, que Libertad es mi palabra favorita en el mundo. Pues vaya, me voy encontrado libros en mi camino que hacen que me reafirme una y otra vez en ello. Un libro duro, donde a veces se pierde la esperanza, pero nunca nunca, la libertad en el corazón.

Y aquí dejo el párrafo que más me ha gustado del libro, el que más dentro me ha llegado, cuando un hombre moribundo le pide a su amigo que ponga un poco de su libertad en los hijos que pueda llegar a tener en un mundo libre:

“Entonces tendrás que pedirles algo de mi parte, y diles que es muy importante para mí. Será como si mantuvieran una promesa que hubiera hecho su padre en un pasado que ya no existirá. Porque este pasado de guerra habrá dejado de existir, ya verás. Les dirás que cuenten nuestra historia en su mundo libre, que luchamos por ellos. Les enseñarás que, en este mundo, no hay nada más importante que la jodida libertad, capaz de someterse al mejor postor. Les dirás también que esa gran zorra ama el amor de los hombres, que siempre se escapará de quienes quieran apresarla, y que siempre dará la victoria al que la respete y a quien no espere nunca mantenerla en su cama. Jeannot, diles que cuenten todo eso de mi parte, con sus propias palabras, con las de su época. Las mías están hechas con acentos de mi país, de la sangre que tengo en la boca y en las manos.”

Tal y como te sumerge en su realismo mágico en otras ocasiones, así te mete de lleno en la triste realidad de la guerra. Sin magia, sería imposible. La guerra es la mayor desgracia del hombre, la mayor idiotez. El poder corrompe y la guerra destroza y mata libertades. Y Levy te la cuenta como si la hubiera vivido. En realidad, casi, ya que es la historia de su padre y su tío contada por él. Así que, podemos imaginar que su padre, Jeannot, mantuvo su promesa a aquel moribundo.

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